viernes, 21 de mayo de 2010

Condenado a morir, por su pobreza


José Ricardo Gaytán Hernández, obrero de la construcción, fue atropellado cuando iba en su bicicleta por la carretera a Huinalá. El vándalo que lo atropelló lo abandonó a su suerte.
Auxiliado por paramédicos de Pesquería, fue transportado al hospital más cercano: el Metropolitano. Los médicos de este hospital, que no tiene departamento de Neurocirugía, ante la gravedad del paciente indicaron que debía ser atendido en el Hospital Universitario, que tiene neurocirujanos, quirófano y equipo y medios diagnósticos apropiados.
Los médicos del HU consideraron que la gravedad de las lesiones no permitía practicar la cirugía, por lo cual debía seguirse un tratamiento conservador. Pero aún reconociendo la gravedad del enfermo, lo sacaron del hospital. Tenía que regresar al Metro por falta de camas, dijeron. Jamás reconocerán que el criterio de admisión o rechazo era la posibilidad de poder pagar la atención médica. “Nadie le dio la atención médica que requería”, fue la observación de Santos Gómez Treviño, director de Protección Civil de Pesquería.
En una inexcusable mezcla de negligencia e indiferencia, el trabajador que avanzaba por minutos a la muerte, fue regresado al Metropolitano, solamente para expirar a las 4:30 esa misma madrugada.
Una vida útil, de un humilde trabajador, fue segada a consecuencia de una cadena de errores y omisiones que seguirán cobrando vidas a menos que la parte conciente de la sociedad intervenga para detener estos crímenes por negligencia que tienen una clara marca de clase:
1. Conductores vandálicos que desprecian la vida de peatones y ciclistas y ante un accidente abandonan a sus víctimas.
2. “El Metro”, el hospital de los pobres de Monterrey, debe contar con un departamento de Neurocirugía, con sus especialistas, quirófano y equipo de Resonancia Magnética. Es imperdonable que los gobernantes gasten millones de pesos en su imagen pública y no inviertan en estos renglones de los que depende la vida o la muerte de seres humanos.
3. Debe investigarse a fondo la responsabilidad de los médicos o autoridades del HU que abandonaron a su suerte a este paciente. Debe condenarse la conducta despótica que ahuyenta a los pobres de Monterrey o que hace padecer toda clase de humillaciones a quienes tienen la desgracia de caer en el “Hospital-Escuela”, el lugar donde el cuerpo de los pobres es el libro donde los médicos aprenden para curar a los ricos.
4. Todo trabajador debe contar con Seguro Social. Si este obrero de la construcción regresaba de su trabajo a la casa, debía estar protegido por la Ley y debió ser conducido al Hospital de Traumatología. Si el patrón no le dio Seguro Social, igualmente debió ser conducido al IMSS y el patrón debió pasar por los gastos. Si era desempleado, la ley garantiza el derecho a la salud, no lo deja en condición de caridad pública.
Penosa tragedia que obliga a reconocer que sólo una sociedad gobernada por la clase obrera velará por la salud de los seres humanos como el bien más valioso a conservar.
Foto: Publicada por el Diario "El Norte".

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