martes, 29 de noviembre de 2011
Secuestro de conciencias
Siete organismos defensores de derechos de la mujer exigieron la declaración de Alerta de Género en Nuevo León, ante la imparable ola de asesinatos y violencia cometidos contra niñas y mujeres en el Estado. Como referencia, señalaron que entre los años 2000 a 2005 fueron asesinadas 114 mujeres, mientras que en 2011, antes de terminar noviembre, la cifra de víctimas mortales es de 207 ¡Casi el doble en once meses, de las que se registraron en seis años!
En otro acto, unas veinte personas trazaron en la Explanada de los Héroes, frente al palacio de Gobierno, un Camino del Dolor para recordar a las decenas, quizás cientos, de personas desaparecidas y a las más de mil seiscientas vidas cobradas este año de violencia homicida. “Se trata, dijeron, de concientizar a la ciudadanía e invitarlos a exigir a las autoridades que regresen la paz a la entidad”.
Por su parte, grupos de ambientalistas en los que destacan jóvenes de ambos sexos, han mantenido una lucha sin tregua para tratar también de despertar la conciencia ciudadana en torno a la depredación del último bosque de la ciudad en La Pastora, entregado por el Congreso local y los tres niveles de gobierno al poderoso grupo capitalista Femsa-Heineken. Asestadas como puñaladas, cada una de las noticias del avance de Femsa hacia la construcción del estadio no ha logrado frustrar el ánimo reivindicativo de las y los ambientalistas, quienes después de cada golpe han respondido con argumentos que exhiben la irracionalidad de esta arquitectura devastadora.
Cuando estas tres importantes causas convocan a la conciencia ciudadana a buscar las respuestas que no están ni en el interés ni en la capacidad de los gobernantes, cuando una cruel realidad de muerte y depredación debía sacudir a una sociedad paralizada por el terror y la desesperanza, resulta que la conciencia ciudadana ha sido secuestrada sin oponer mayor resistencia, por otros entretenimientos meticulosamente trabajados para seguir haciendo de ésta una sociedad de corderos que silenciosamente se dejan trasquilar y matar.
De ahí que mientras unas cuantas decenas de ciudadanos reclaman el respeto a los derechos de la mujer, paz con justicia y dignidad y exigen frenar el ecocidio en La Pastora, miles de habitantes de esta ciudad industrial se desplazaron hacia la frontera, desafiando los riesgos de la inseguridad, soportando las kilométricas colas en los puentes, acampando bajo el frío frente a los malls desde la noche anterior, con la firme decisión de un zombi por adquirir o arrebatar las anheladas pantallas de alta definición y juguetes electrónicos a los irresistibles precios del Black Friday texano.
En dirección contraria a los anteriores, miles y miles de fanáticos seguidores de los Tigres viajaron rumbo a Pachuca, Hidalgo, con la esperanza ¡una vez más! (y las que sean necesarias) de ver a “su” equipo ganar el campeonato de futbol profesional, que por cierto nada tiene que ver con el bajísimo nivel de práctica deportiva de la población. Unos días después, más de 40 mil aficionados alcanzaron el clímax colectivo y aún no quieren despertar, con el baile que la colección de argentinos, chilenos, brasileños y mexicanos llamados Tigres de la UANL le pusieron a los Tuzos.
Y los que no pudieron salir, aquí tuvieron la oportunidad de movilizarse masivamente (“movilizarse” es un decir: había que hacer fila durante cinco horas) para dejar constancia de la fidelidad mexicana, premiada con la inefable visión durante cinco urgidos segundos, de la estatua de cera y de una macabra urna con gotas de sangre de Juan Pablo II. 250 mil “regios”, cifra récord en la gira nacional, desfilaron durante tres días ante la efigie del Papa que bendijo al genocida Augusto Pinochet y al pederasta Marcial Maciel.
Que haya algunas decenas de personas que en pleno Monterrey logran escapar del secuestro de conciencias fomentado por el consumismo, el fanatismo religioso y el fanatismo deportivo es ya un gran mérito y una esperanza de rescatar el carácter combativo que alguna vez caracterizó a la juventud y a la clase obrera de esta ciudad.
En otro acto, unas veinte personas trazaron en la Explanada de los Héroes, frente al palacio de Gobierno, un Camino del Dolor para recordar a las decenas, quizás cientos, de personas desaparecidas y a las más de mil seiscientas vidas cobradas este año de violencia homicida. “Se trata, dijeron, de concientizar a la ciudadanía e invitarlos a exigir a las autoridades que regresen la paz a la entidad”.
Por su parte, grupos de ambientalistas en los que destacan jóvenes de ambos sexos, han mantenido una lucha sin tregua para tratar también de despertar la conciencia ciudadana en torno a la depredación del último bosque de la ciudad en La Pastora, entregado por el Congreso local y los tres niveles de gobierno al poderoso grupo capitalista Femsa-Heineken. Asestadas como puñaladas, cada una de las noticias del avance de Femsa hacia la construcción del estadio no ha logrado frustrar el ánimo reivindicativo de las y los ambientalistas, quienes después de cada golpe han respondido con argumentos que exhiben la irracionalidad de esta arquitectura devastadora.
Cuando estas tres importantes causas convocan a la conciencia ciudadana a buscar las respuestas que no están ni en el interés ni en la capacidad de los gobernantes, cuando una cruel realidad de muerte y depredación debía sacudir a una sociedad paralizada por el terror y la desesperanza, resulta que la conciencia ciudadana ha sido secuestrada sin oponer mayor resistencia, por otros entretenimientos meticulosamente trabajados para seguir haciendo de ésta una sociedad de corderos que silenciosamente se dejan trasquilar y matar.
De ahí que mientras unas cuantas decenas de ciudadanos reclaman el respeto a los derechos de la mujer, paz con justicia y dignidad y exigen frenar el ecocidio en La Pastora, miles de habitantes de esta ciudad industrial se desplazaron hacia la frontera, desafiando los riesgos de la inseguridad, soportando las kilométricas colas en los puentes, acampando bajo el frío frente a los malls desde la noche anterior, con la firme decisión de un zombi por adquirir o arrebatar las anheladas pantallas de alta definición y juguetes electrónicos a los irresistibles precios del Black Friday texano.
En dirección contraria a los anteriores, miles y miles de fanáticos seguidores de los Tigres viajaron rumbo a Pachuca, Hidalgo, con la esperanza ¡una vez más! (y las que sean necesarias) de ver a “su” equipo ganar el campeonato de futbol profesional, que por cierto nada tiene que ver con el bajísimo nivel de práctica deportiva de la población. Unos días después, más de 40 mil aficionados alcanzaron el clímax colectivo y aún no quieren despertar, con el baile que la colección de argentinos, chilenos, brasileños y mexicanos llamados Tigres de la UANL le pusieron a los Tuzos.
Y los que no pudieron salir, aquí tuvieron la oportunidad de movilizarse masivamente (“movilizarse” es un decir: había que hacer fila durante cinco horas) para dejar constancia de la fidelidad mexicana, premiada con la inefable visión durante cinco urgidos segundos, de la estatua de cera y de una macabra urna con gotas de sangre de Juan Pablo II. 250 mil “regios”, cifra récord en la gira nacional, desfilaron durante tres días ante la efigie del Papa que bendijo al genocida Augusto Pinochet y al pederasta Marcial Maciel.
Que haya algunas decenas de personas que en pleno Monterrey logran escapar del secuestro de conciencias fomentado por el consumismo, el fanatismo religioso y el fanatismo deportivo es ya un gran mérito y una esperanza de rescatar el carácter combativo que alguna vez caracterizó a la juventud y a la clase obrera de esta ciudad.
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