jueves, 9 de mayo de 2013
Apareció el bebé; la vergüenza no
El
Hospital Metropolitano es llamado en Monterrey “El hospital de los pobres”. El
antiguo Hospital Civil, luego Hospital Universitario, prácticamente ha sido
privatizado: el costo de las consultas, del internamiento y de los
procedimientos quirúrgicos se tasa a partir de la comparación con los precios
de los grandes hospitales privados de la ciudad y sólo es opción para los enfermos
pobres cuando el servicio requerido no lo proporciona el Metropolitano.
Desde
luego, siempre es posible solicitar un descuento, pero quien lo requiera debe
estar dispuesto a renunciar a cualquier intento de defensa de su dignidad y aún
de su intimidad, lo que aún así no le salva de tener que caer en las garras de
los agiotistas que pululan en los alrededores del hospital.
El
problema con el Metropolitano es que atendiendo a una población muy semejante, recibe
apenas poco más de la mitad del presupuesto del Universitario. En 2012, el presupuesto
de este último fue de 940 millones de
pesos, mientras que al Metro solo se le asignaron 495 millones. La
insuficiencia de recursos se refleja en múltiples deficiencias, algunas de
ellas expuestas en repetidas ocasiones por los medios de difusión capitalistas
de la ciudad.
El
escandaloso robo de un recién nacido extraído de los cuneros del sexto piso, ha
sido la última muestra de las graves
carencias y deficiencias de este hospital; sin embargo, el titular de la
Secretaría de Salud, Dr. Jesús Zacarías Villarreal lo atribuyó a “una falla
humana”, y a diferencia de otras graves fallas humanas cometidas por
colaboradores cercanos del Gobernador, aquí sí le costó el puesto al Director
Justino Rocha y a tres colaboradores suyos.
La
oportunidad de sacar jugo político de estas lamentables circunstancias no podía
perderse y en el Congreso local el tema se debatió, reclamando el PAN la comparecencia
del Secretario de Salud, al mismo tiempo que exigieron al Gobernador Rodrigo
Medina incrementar su presupuesto.
Sin
embargo, todos estos actores muestran el cobre de su hipocresía al rehuir
atacar el problema a fondo. Cuando el PAN habla de incrementar el presupuesto,
puede apostarse a que lo mismo le da un extra de 20 que de 50 millones de
pesos; los medios capitalistas de difusión que explotan el caso de “Ricardito”,
pronto olvidarán el tema por otro que les atraiga ventas. Para los enfermos del
Metropolitano, en cambio, cada día seguirá siendo un infierno por la falta de
personal, la falta de medicamentos, las fallas de la infraestructura y, a pesar
de todo ésto, por no poderse atender ahí y tener que acudir al Universitario.
Y
es que al Hospital Metropolitano le faltan los medios para atender los
principales problemas que arrebatan la vida de los nuevoleoneses, en este caso,
de los que no tienen ni seguridad social ni recursos económicos para salvar sus
vidas en caso de urgencia. El infarto al miocardio, los eventos cerebrovasculares,
los traumatismos craneoencefálicos, los frecuentes accidentes de todo tipo, requieren
servicios como las salas de Hemodinamia, Neurocirugía y Cirugía Plástica de los
que carece crónicamente este hospital; la diabetes y la hipertensión cada vez
más frecuentes, suelen conducir a la insuficiencia renal pero tampoco hay sala
de Hemodiálisis; tampoco se cuenta con auxiliares del diagnóstico
indispensables como el equipo de Resonancia Magnética.
Con
todo lo grave que es el secuestro de un niño robado de una sala del hospital,
lo que aquí está ocurriendo es el ocultamiento de la tragedia que viven diariamente
decenas de personas pobres, cuyos enfermos no pueden atenderse en este hospital
por carecer de esos servicios prioritarios.
Con
todas sus deficiencias, el IMSS tiene cinco Hospitales de Zona y tres de altas
especialidades en el área metropolitana para atender los casos que requieren
internamiento; la otra mitad de la población que carece de seguro y de recursos
solo dispone del Materno Infantil y del Metropolitano; si requiere los
servicios que el Metro no dispone, tiene que acudir al Universitario con su
póliza del Seguro Popular en la mano, solo para enterarse de que el
padecimiento catastrófico que sufre su familiar muy probablemente no entra en
el catálogo de enfermedades contempladas por el inseguro Seguro Popular.
El
caso de “Ricardito” pretende aliviarlo el Gobernador con la renuncia de cuatro
funcionarios; para evidenciarlo sobran las denuncias demagógicas de sus
opositores y de los medios. Los casos de las y los pacientes anónimos que todos
los días mueren o se agravan pudiendo rescatarse, yacen ignorados, porque su
solución exige la urgente y necesaria inyección de recursos que todos aquéllos
le regatean al pueblo.
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