viernes, 30 de agosto de 2013
La disputa por la reforma energética es un pleito entre las dos fracciones de capitalistas explotadores
Hace 75 años de esta foto, altamente simbólica del engaño
cometido a un pueblo al que se le hizo creer que los recursos destinados a
servir al desarrollo de la clase en el poder servirían en general a la nación.
Tan falso esto, como el interés en ocultar que “la nación” está formada por dos
clases antagónicas, donde una explota a la otra y lo que beneficia a una
forzosamente perjudica a la otra.
Como si estos 75 años hubieran pasado en vano, como si la
realidad no mostrara con las crueles lacras de la miseria de las grandes mayorías que el petróleo
expropiado por Cárdenas solo benefició a la burguesía nacional que tuvo en este recurso la gran palanca para su desarrollo pero absolutamente
en nada sirvió al pueblo mexicano, otra vez se llama a éste a defender “nuestra única riqueza”, a
salvaguardar “la soberanía nacional” y hasta se le acusa de “traidor a la
Patria” si no marcha detrás de Cuauhtémoc Cárdenas, de AMLO, de Bartlett, Muñoz
Ledo y hasta del PT contra los planes privatizadores de Enrique Peña Nieto.
75 años son muchos para que despierte la conciencia de clase,
por más mecanismos de engaño con los que se pretenda seguir embaucando a al
pueblo mexicano con la propaganda en favor de la reforma de Peña Nieto o con
los patrioteros llamados a mantener el petróleo en manos del Estado burgués mexicano.
En uno y otro caso, la riqueza “nacional” está en manos de la burguesía
nacional, al pueblo mexicano solo le arrojan las migajas.
Los reformistas privatizadores con Peña Nieto a la cabeza
pretenden ganar a la opinión pública con argumentos que ya la TV repite hasta
el cansancio; los nacionalistas por su parte advierten que habrá un saqueo de
la renta nacional (como si no lo hubiera ya mismo), un incremento del IVA para
compensar el desvío de los recursos anteriormente obtenidos del petróleo para
el gasto social (como si no hubieran aumentado antes el IVA sin el pretexto de
la privatización y sobre todo como si no existieran las ganancias y la herencia
de los grandes capitalistas para gravarlas como se merecen), una “más brutal”
reducción de salarios, un encarecimiento de los energéticos y un freno en
general del crecimiento económico.
Lo que está oculto en esta disputa son los intereses que
realmente representan cada posición, y ninguno de ellos obedece a los intereses
del proletariado mexicano ni de las masas oprimidas del campo y de la ciudad.
Peña Nieto y sus secuaces representan los intereses de la gran burguesía
nacional, la burguesía monopolista
que posee menos del 1 % de las empresas
en México pero produce la mitad del PIB nacional (1). Una fracción de clase con
un poder concentrado tal que elige al presidente y traza los planes del gobierno
en su beneficio.
Pero al lado de ésta y enfrentada con ella para mantener
su tajada en la explotación de la mano de obra y de los recursos naturales del
país, existe la fracción no monopólica
de la burguesía nacional, formada por los pequeños y medianos capitalistas, cuyo
poder no se compara con el de los monopolistas, pero cuentan con el poder de su
número, ya que constituyen nada menos que el 99.7 % de las 4 millones de
empresas en México y explotan el 75 por ciento de la fuerza de trabajo que genera la otra mitad del PIB nacional,
obligando al gobierno a preservar su existencia que de otra manera derivaría en
un más grave desequilibrio por el desempleo.(2).
Mientras que los monopolistas tienen suficiente capital
acumulado para asociarse con empresas extranjeras sin poner en peligro el
dominio político de la burguesía nacional, los no monopolistas están fuera de
esa posibilidad y requieren del apoyo estatal para regular la competencia,
obtener créditos y otros apoyos estatales. Alguna vez tuvieron mano para
imponer presidente, pero desde Salinas de Gortari cada vez su peso es menor en
la economía y por lo tanto en la política nacional.
En su desventaja ante un
ejecutivo cada vez más proclive a favorecer los negocios de la gran burguesía, no
les queda más camino que convocar al pueblo mexicano en su apoyo, urgiéndole a
defender "nuestra única riqueza", "nuestra soberanía nacional", etc, contra los vende-patrias, es
decir, tratando de embaucarle una vez más para que le ayude a defender sus mezquinos
intereses de clase.
En resumen, nada bueno le espera al pueblo mexicano con
las reformas de Peña Nieto, como nada bien le ha ido con Pemex y la CFE
estatizadas. El único camino es el que
puede y debe abrirse como clase independiente. Ni Cuauhtémoc Cárdenas, ni AMLO, ni Bartlet, ni los partidos
burgueses registrados (todos sin excepción),
ni cualquiera que le convoque a defender “la riqueza” y “la soberanía” nacional
merecen su confianza. Mientras tengan el Estado, es decir, el poder en sus
manos, la riqueza y la soberanía serán de los capitalistas; a las masas
explotadas y oprimidas solo les queda luchar por sus intereses de clase, por
alza general de salarios y pensiones, por la jornada semanal de 40 horas con
pago de 56, por el seguro del desempleo y la seguridad social universal, por la
democracia sindical, etc., tomando en cuenta que solo la destrucción del
régimen capitalista y el establecimiento del gobierno revolucionario de la clase
obrera en alianza con los campesinos pobres podrá llevar a cabo ahora sí no
solo la socialización del petróleo que claman los nacionalistas burgueses y pequeño burgueses, sino LA SOCIALIZACIÓN DE LA TOTALIDAD de los grandes medios de producción
(1) Manual de la micro, pequeña y mediana empresa en México. Cepal 2009.
(2) Ibid.
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