domingo, 2 de octubre de 2011
Abandonar los ritos y tomar la sustancia del 68
Al movimiento estudiantil del 68 lo distinguieron, entre otras características, su gran movilidad, su espíritu democrático, la originalidad de sus métodos de lucha y los alcances de sus objetivos que pronto rebasaron al famoso pliego de los 6 puntos.
El movimiento del 68 representó para una gran parte del pueblo de México una impetuosa corriente de aire fresco que barría los miasmas podridos generados por 40 años de dictadura del PRI-Gobierno como representante de la burguesía nacional. El régimen de Gustavo Díaz Ordaz, culminación de ese despotismo, puso en acción a la última pieza de la maquinaria de represión del Estado: el ejército, como si las instituciones surgidas de la Revolución burguesa de 1910 estuvieran en peligro mortal.
Desde luego, no existía tal peligro, pero el ejército cumplió su misión con los funestos resultados recordados cada 2 de octubre.
Que después de 43 años esta fecha siga convocando a marchas, investigaciones, condenas, foros, etc., habla del impacto de esa etapa en la vida del pueblo mexicano. Sin embargo, como otras conmemoraciones, corre el peligro de convertirse en mera liturgia si la memoria se limita a las marchas tradicionales, con las narraciones ya muy conocidas y las consabidas condenas que no parecen exorcismos de suficiente poder para impedir el regreso del Partido de los asesinos de Tlatelolco a la silla presidencial.
El movimiento del 68 merece recordarse por su vitalidad, más que por sus muertos. Ya habrá tiempo para llorar a éstos, cuando construyamos el país por el cual cayeron. Ahora conviene recordar que los estudiantes del 68 salieron masivamente a establecer contacto con el pueblo, que se establecieron diálogos infinitos entre la juventud y el pueblo sencillo que identificaba su condición de miseria con la represión que sufrían las y los jóvenes; que en este reconocimiento mutuo se establecían lazos que comprometían al estudiantado a buscar formas de servir a la comunidad que le correspondía con simpatía y múltiples formas de apoyo.
Los estudiantes debatían y participaban amplia y democráticamente; exigían diálogo público en un país acostumbrado a las traiciones de los líderes vende-obreros y vende-campesinos pobres; dejaban sus preocupaciones egoístas de superación personal para exhibir y exigir la disolución de las fuerzas represivas que diariamente victiman al pueblo; se hicieron eco de lo más avanzado del castigado movimiento obrero para exigir la libertad de los presos políticos, concretamente de dos de los más destacados dirigentes sindicales puestos en prisión: Demetrio Vallejo y Valentín Campa.
El 68 es irrepetible, pero su sustancia ahí está: buscar el contacto estrecho con el pueblo, preocuparse por sus problemas, acompañarlo en sus luchas, aprender de las y los trabajadores y compartir con ellos experiencias y conocimientos, crear formas democráticas de organización, resumir las experiencias y volver a buscar la movilización general sobre el aprendizaje basado en el análisis de éxitos y, sobre todo, de los errores y fracasos.
El pueblo está plagado de problemas, cada uno de ellos es una oportunidad de vincularse y generar organización. Puede tratarse de problemas escolares, laborales, ambientales, jurídicos, en fin, todas las lacras con que agobia o despoja la sociedad de clases a las masas trabajadoras.
Naturalmente, estas masas están agobiadas no sólo por sus problemas actuales, sino por generaciones sufriendo opresión, explotación y miseria. Es la larga lucha por salir de esta condición la que les permitirá conocer a sus amigos y enemigos, ellos son los que van a poner su sangre y la de sus hermanos y la de sus hijas e hijos, cuando nuevamente el Estado mexicano considere que los privilegios de la clase dominante están en peligro. Entonces volverá a usar todos los medios de confusión (es decir, difusión), sus Cámaras, sus Tribunales, todas sus policías y si hace falta al ejército, para defender sus privilegios y su poder.
Por ello hay que entender que esta es una lucha larga, constante, diaria, sin reflectores la mayoría de las veces, que no tiene que ver con una, dos o tres marchas rituales al año, ni con reclamos al pueblo al que algunos llegan a llamar cobarde, ciego o sordo porque no atienden a sus desesperados llamados en la temporada en que decidieron salir a combatir.
Hoy surgen mujeres y hombres jóvenes valientes y valiosas(os), dispuestos a luchar en medio de condiciones muy difíciles y complejas. Las enseñanzas del 68 siguen siendo válidas: si quieren profundizar, hay que buscar al pueblo sencillo, vivir, trabajar y luchar con él, y prepararse aprendiendo la experiencia histórica de la lucha de los pueblos del mundo.
El movimiento del 68 representó para una gran parte del pueblo de México una impetuosa corriente de aire fresco que barría los miasmas podridos generados por 40 años de dictadura del PRI-Gobierno como representante de la burguesía nacional. El régimen de Gustavo Díaz Ordaz, culminación de ese despotismo, puso en acción a la última pieza de la maquinaria de represión del Estado: el ejército, como si las instituciones surgidas de la Revolución burguesa de 1910 estuvieran en peligro mortal.
Desde luego, no existía tal peligro, pero el ejército cumplió su misión con los funestos resultados recordados cada 2 de octubre.
Que después de 43 años esta fecha siga convocando a marchas, investigaciones, condenas, foros, etc., habla del impacto de esa etapa en la vida del pueblo mexicano. Sin embargo, como otras conmemoraciones, corre el peligro de convertirse en mera liturgia si la memoria se limita a las marchas tradicionales, con las narraciones ya muy conocidas y las consabidas condenas que no parecen exorcismos de suficiente poder para impedir el regreso del Partido de los asesinos de Tlatelolco a la silla presidencial.
El movimiento del 68 merece recordarse por su vitalidad, más que por sus muertos. Ya habrá tiempo para llorar a éstos, cuando construyamos el país por el cual cayeron. Ahora conviene recordar que los estudiantes del 68 salieron masivamente a establecer contacto con el pueblo, que se establecieron diálogos infinitos entre la juventud y el pueblo sencillo que identificaba su condición de miseria con la represión que sufrían las y los jóvenes; que en este reconocimiento mutuo se establecían lazos que comprometían al estudiantado a buscar formas de servir a la comunidad que le correspondía con simpatía y múltiples formas de apoyo.
Los estudiantes debatían y participaban amplia y democráticamente; exigían diálogo público en un país acostumbrado a las traiciones de los líderes vende-obreros y vende-campesinos pobres; dejaban sus preocupaciones egoístas de superación personal para exhibir y exigir la disolución de las fuerzas represivas que diariamente victiman al pueblo; se hicieron eco de lo más avanzado del castigado movimiento obrero para exigir la libertad de los presos políticos, concretamente de dos de los más destacados dirigentes sindicales puestos en prisión: Demetrio Vallejo y Valentín Campa.
El 68 es irrepetible, pero su sustancia ahí está: buscar el contacto estrecho con el pueblo, preocuparse por sus problemas, acompañarlo en sus luchas, aprender de las y los trabajadores y compartir con ellos experiencias y conocimientos, crear formas democráticas de organización, resumir las experiencias y volver a buscar la movilización general sobre el aprendizaje basado en el análisis de éxitos y, sobre todo, de los errores y fracasos.
El pueblo está plagado de problemas, cada uno de ellos es una oportunidad de vincularse y generar organización. Puede tratarse de problemas escolares, laborales, ambientales, jurídicos, en fin, todas las lacras con que agobia o despoja la sociedad de clases a las masas trabajadoras.
Naturalmente, estas masas están agobiadas no sólo por sus problemas actuales, sino por generaciones sufriendo opresión, explotación y miseria. Es la larga lucha por salir de esta condición la que les permitirá conocer a sus amigos y enemigos, ellos son los que van a poner su sangre y la de sus hermanos y la de sus hijas e hijos, cuando nuevamente el Estado mexicano considere que los privilegios de la clase dominante están en peligro. Entonces volverá a usar todos los medios de confusión (es decir, difusión), sus Cámaras, sus Tribunales, todas sus policías y si hace falta al ejército, para defender sus privilegios y su poder.
Por ello hay que entender que esta es una lucha larga, constante, diaria, sin reflectores la mayoría de las veces, que no tiene que ver con una, dos o tres marchas rituales al año, ni con reclamos al pueblo al que algunos llegan a llamar cobarde, ciego o sordo porque no atienden a sus desesperados llamados en la temporada en que decidieron salir a combatir.
Hoy surgen mujeres y hombres jóvenes valientes y valiosas(os), dispuestos a luchar en medio de condiciones muy difíciles y complejas. Las enseñanzas del 68 siguen siendo válidas: si quieren profundizar, hay que buscar al pueblo sencillo, vivir, trabajar y luchar con él, y prepararse aprendiendo la experiencia histórica de la lucha de los pueblos del mundo.
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Gracias compañerxs de Radio Tierra y Libertad, por recordarnos que de la historia se aprende y se toma como ejemplo para trazar los nuevos caminos . La fuerza y energía gastada en cada marcha, en cada grito al aire; pudieran depositarse en la construcción de nuevas luchas y resistencias que mantengan vivos esos viejos ideales. Definitivamente no podemos olvidar, pero el calendario parece regir los entusiasmos. Gracias compañerxs, por las decisiones que tomaron, las cuales permitieron que más alla de las marchas que organizaron, hoy estan en ese lugar llamado "Tierra y Libertad". Marchemos por ahi y que esta generación se impregne de esa sustancia.
ResponderEliminar¡Marchad hacia el pueblo, estudiantes! -decía una consigna del 68. Gracias por el comentario, Oscar. Vale
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