martes, 31 de julio de 2012
Mentiras incendiarias. De Nerón y Hitler, a nuestros días
Sergio Sarmiento, editorialista a sueldo de Televisa y de otras causas de semejante
laya, escribió el martes 31 de julio para el Grupo Reforma: “Contra Soriana.
Una tienda Soriana en Guadalupe, Nuevo León, fue objeto también de un ataque
con bombas molotov. Los cuestionamientos políticos que el Movimiento
Progresista ha hecho a la cadena parecen estar generando un ambiente de odio y
de violencia”. (Subrayado nuestro).
Sarmiento no es ningún tonto ni mucho menos inocente para creer realmente que
sus acusados del Movimiento Progresista quisieron hacer algún daño a dicha tienda
lanzando una molotov. ¿Qué pruebas ofrece Sarmiento de que los mentados “cuestionamientos
políticos a la cadena” armaron de odio y violencia al desconocido que arrojó la
molotov? Nomás su dicho. Con la misma autoridad, podría cualquiera alegar que
Soriana, exasperada por la ola de repudio generada por sus transas con el PRI
con la consiguiente baja de clientela, quiso ganar la compasión del público pagando
a un propio para lanzar la ofensiva limitada. ¿O por qué Sherlock Sarmiento no
sospecha que algún fanático de Peña Nieto pudo ser el lanzallamas, sabiendo
(como lo demuestra la práctica) que sobrarán plumíferos que de inmediato
culparán a los seguidores de AMLO de sembrar el odio y la violencia?
Increíble, pero la vieja táctica de Nerón, al incendiar Roma para culpar a
los cristianos, fusilada muchos siglos después por Hitler para culpar a los
comunistas del incendio del Reichstag, la archiconocida y otras tantas veces
repudiada táctica de “Una mentira repetida mil veces se vuelve verdad”, pretende
ser rehabilitada en el México de nuestros días, confiando en el poder de
penetración de los grandes medios de tergiversación y la escasa resistencia intelectual
del público mexicano.
Cobarde, Sarmiento acusa al Movimiento Progresista del miniatentado, guardando
para mejor ocasión al Movimiento Yosoy132, porque conoce la capacidad de
respuesta de los jóvenes si acaso se le ocurriera desviar contra ellos su
temeraria acusación. Pero Sarmiento y otros de su pelaje confían en que el
ambiente de violencia desatada, con las diferentes policías y cuerpos armados pululando
en las calles es el idóneo para reprimir los movimientos de protesta, así que
futuros atentados no les caerán nada mal para buscar reprimir y desaparecer a estos
movimientos bajo el pretexto de guardar el orden.
El pueblo quiere una transformación pacífica de las injustas condiciones de
desigualdad social que padece desde hace siglos. Los explotadores, en cambio,
jamás van a renunciar a sus privilegios pacíficamente. Van a recurrir a todos los métodos, por ruines
y sanguinarios que sean, para conservar su poder y sus privilegios. Ante
semejante futuro, las masas explotadas y oprimidas tienen que prepararse para
lo peor, cuando cerradas todas la vías pacíficas requieran de una organización nacional
a toda prueba, forjada en años de dura lucha. Su propia experiencia les llevará a deslindarse de provocaciones
estúpidas como agredir sin sentido a un negocio o a un gran medio de difusión, pero les prevendrá también de las
actitudes cobardes pequeño burguesas del pacifismo a toda costa.
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