
jueves, 15 de noviembre de 2012
Genocidio cultural: la política educativa del gobierno de EU hacia sus indígenas
El activista indígena estadounidense Dennis Banks, perteneciente
a la tribu Ojibwa fue entrevistado por la periodista independiente Amy Goodman
para la columna Democracy Now!. El genocidio cultural del imperialismo contra
sus propios indígenas, que narra Banks, se corresponde con la política genocida
denunciada por Cuba en la ONU y con el apoyo brindado por los EU a Israel
contra el pueblo palestino.

AMY GOODMAN:
Dennis, para la gente que no está al tanto de las escuelas donde fueron
enviados los nativos durante años, ¿puede contar su experiencia? ¿Dónde vivía?
¿Dónde lo enviaron? ¿Cómo fue crecer en ese tipo de escuelas?
DENNIS BANKS: Estuve en el internado durante una etapa
en la que el castigo era muy severo si uno trataba de escapar. Esto fue a
comienzos de los años 40. Me enviaron a un internado cuando tenía cuatro años
de edad, me alejaron de mis padres y mis abuelos, con quienes pasaba la mayor
parte del tiempo, me alejaron abruptamente y me pusieron en un internado a casi
500 km de distancia de mi hogar. Las golpizas comenzaron inmediatamente, el
programa de “desindigenización”. Fue una experiencia terrible con la que el
Estado estadounidense estaba experimentando. Estaban tratando de destruir la
cultura y la persona, destruir lo propio de los indígenas y solo salvar al ser
humano, matar al indígena, salvar al hombre. Esa es la descripción de lo que
fue esa política.
AMY GOODMAN: ¿El Estado estaba a cargo de esas escuelas?
DENNIS BANKS: El Estado estadounidense pagaba y por
supuesto estaba a cargo de la administración de muchas de esas escuelas, pero
también delegaba un montón a los cristianos, a las comunidades cristianas. Los
católicos, episcopales, luteranos y metodistas también tenían algunas escuelas.
Es decir que hubo una gran complicidad entre las iglesias y el Estado para
tratar el problema indígena. Para resolver el problema indígena trataban de
cambiar lo que éramos.
AMY GOODMAN:
Dennis, ¿dónde vivía? ¿A qué escuela lo mandaron?
DENNIS BANKS: Vivía en la Reserva Indígena Leech Lake
donde nací, en el norte de Minnesota. Y me enviaron a un internado a casi 500
km de distancia, en la región suroeste de Minnesota, a un lugar llamado
Pipestone Indian School. Estuve allí seis años.
AMY GOODMAN: ¿Cómo se comunicaba con su familia? ¿Con qué frecuencia podía verlos? DENNIS BANKS: Nunca. Nunca. Ellos cortaban toda comunicación
con los padres, incluso las cartas, que encontré años más tarde. Estuve allí
seis años sin ningún tipo de comunicación con mis familiares. Hasta que
finalmente nos permitieron ir a casa por seis años. Por supuesto, no podíamos
hablar el mismo lenguaje, solo sabíamos hablar inglés y eso es de lo que
estaban hablando esos jóvenes.
Había
castigos muy severos por intentar escapar de ese sistema. Yo me escapé. Y seguí
escapando casi una vez por semana. Ellos me atrapaban, me traían de vuelta, me
golpeaban. Fue terrible. Había otros tipos de castigos por los que teníamos que
pasar, también. Todavía hoy recuerdo esa experiencia. Tengo un amigo desde hace
70 años y juntos recordamos aquellos días.
Nos
mantuvimos unidos. Mucha gente se mantuvo unida. Estar unidos fue lo único que
nos salvó a muchos de nosotros de consecuencias terribles del habla. Pero
seguían golpeándome, oprimiéndome y entonces comencé a aprender inglés y
comencé a aprender quiénes habían sido los presidentes. Empecé a aprender ese
tipo de cosas.
Luego
ellos me dejaron ir a casa por 30 días. Luego de seis años. Y le pregunté a mi
madre “¿por qué nunca me escribiste?” y ella me respondió “Lo hice”. Pero
nunca, jamás cuestioné más que eso. Después me enviaron a otra escuela similar
en Dakota del Norte, a más de 300 km de distancia. Estuve allí tres años más.
De nuevo lo mismo, solo inglés y castigos físicos. Después fui a casa otros 30
días y le pregunté a mi madre “¿Por qué nunca me escribiste?” y ella de nuevo
me dice “Lo hice, lo hice”. Luego fui enviado a otro internado muy lejos en
Dakota del Sur, a 650 km de distancia. Yo seguí escapando de esas escuelas,
hasta que finalmente pude escapar de la última y llegar a mi casa.
Lo que
quería decir, Amy, es que esto no sólo le ocurrió a la gente de Dakota del
Norte, Dakota del Sur y Minnesota, sino en todo el país; miles y miles de
jóvenes estudiantes, estudiantes nativos, fueron sacados de sus hogares, muchos
fueron llevados por la fuerza, en algunos casos la situación económica permitía
que eso ocurriera. Pero, siempre estaba presente la idea de alejarlos, poner
distancia de los padres, separarlos de sus familiares durante largos períodos
de tiempo; eso fue lo que hicieron conmigo. Y de repente, perdí la relación
familiar con mi madre. Perdí ese sentimiento materno, porque pensé que me había
abandonado.
Y
recién hace casi tres años, cuando mi hija estaba haciendo un documental sobre
Dennis Banks y fue al archivo federal de Kansas City, encontró los registros.
Ella me llamó y me dijo “Papá lo encontramos”, “Papa encontramos tus registros
escolares”. Yo le pedí que los trajera y cuando lo hizo, empecé a mirarlos. Y
ella dice “Papá también encontramos algo más”. Me entrega una caja de zapatos.
La abro y había cartas, un montón de cartas de mi madre. Comencé a abrirlas y
leerlas. La segunda incluía una nota para el supervisor de la escuela que decía
“Aquí tiene cinco dólares; por favor envié a mi hijo de vuelta a casa conmigo”.
No pude
terminar de leerlas todas, porque me desgarraba por dentro, así que fui hasta
la tumba de mi madre. Ella falleció. Yo fui a su entierro, pero no tuve
emociones en aquel momento. Así que esta vez cuando fui con las cartas, me
llevé una silla. Estuve sentado frente a su tumba leyendo las cartas y recién
ahí supe que ella me había amado.
viernes, 9 de noviembre de 2012
¿Quiénes ganaron realmente con la caída del muro? La historia desconocida
El
9 de noviembre de 1989 fue derribado el muro de Berlín. Con él caerían la
República Democrática Alemana que lo había levantado y en seguida las otras
repúblicas populares de Europa Oriental, hasta culminar con la disolución de la
Unión Soviética, el país que cuarenta y ocho años atrás había resistido la
embestida nazi y había clavado la bandera roja en el corazón del Tercer Reich.
Ese
9 de noviembre sonaba pues, la hora de la revancha y las agencias informativas
del imperialismo convencían a más de medio mundo que lo que ahí ocurría era el
triunfo de la democracia, confiando en que el paso de los años, el peso de la
propaganda y los errores del socialismo real harían olvidar el origen del muro,
el origen de la división de Alemania y sobre todo el compromiso de los Estados
Unidos, Gran Bretaña y Francia por resucitar al imperialismo alemán, ahora como
aliado para oponerlo como punta de lanza a la Unión Soviética.
Las
fotos, videos y películas de aquel día “histórico” vuelven cada año para
remachar la idea de la invencibilidad de las democracias capitalistas. Esta es
la parte hollywoodense de la película: lo que ya no aparece como final feliz,
es lo que realmente ocurrió con la administración de los bienes del país
derrotado, cuyo destino obviamente se guardan de dar a conocer los medios de
información capitalistas. Cómo fueron
saqueados a nombre de la democracia las y los ciudadanos de Alemania Oriental y
cómo perdieron junto con ellos las masas de trabajadores de la parte
occidental, es la historia que da a conocer el periodista Angel Ferrero en La
fiebre del oro. El expolio de la RDA (Rebelión, 23 / 09 / 2012).
Ferrero
relata la historia de este saqueo a través de la Trehuehand:
La Trehuehand fue la agencia creada por el gobierno de la RDA
para facilitar el proceso de reunificación, mediante la privatización de las
empresas estatales de Alemania oriental.
El 1 de julio de 1990 Treuhand asumió la gestión
de 8.400 empresas, 25.000 comercios al por menor, 7.500 restaurantes y hoteles
y 1'7 millones de héctareas de tierra cultivable, empresas que daban empleo a
más de cuatro millones de trabajadores; existía además el capital confiscado al
Ministerio de Seguridad del Estado y las propiedades del Ejército de Alemania Oriental,
unos 600 mil millones de marcos el valor total de su catálogo de empresas,
según uno de los administradores de la Trehuehand.
El movimiento ciudadano se hizo ilusiones de que
la propiedad de la titularidad pública de la RDA, un estado en vías de
desaparición, debía distribuirse de manera equitativa entre sus ciudadanos,
quienes habían contribuido a su construcción y desarrollo. Pero Treuhand hizo
todo lo contrario a lo que supuestamente tenía que hacer.
Treuhand nunca fue una agencia de privatización
que trabajase con criterios de transparencia, pero superó incluso la opacidad
habitual de las instituciones de un país que internacionalmente se precia de la
honradez y buena conducta de sus empresarios. Muchas de las pequeñas empresas
en el catálogo de Treuhand cayeron en manos de empresarios de dudosa
reputación. Michael Rottmann, quien, después de comprar haciendo uso de
información confidencial la VEB Wärmeanlagenbau, transfirió con la ayuda de sus
cómplices 150 millones de marcos de las cuentas de la compañía a sus cuentas
personales en el extranjero antes de darse a la fuga. El desfalco de Rottmann
ocasionó la bancarrota y ulterior cierre de la empresa, dejando a 2.000
trabajadores en la calle. Entre
1991 y 1994 se denunciaron 1.801 casos de crimen de guante blanco relacionados
con Treuhand, pero hasta 1996 sólo se condenó a penas de prisión a 6 personas y
se multó a 180.
En cuanto a las grandes empresas, la mayoría
fueron adquiridas por sus competidoras en Alemania Occidental con dos
objetivos: el primero, ganar acceso a los nuevos mercados en Europa Oriental y
Rusia, fusionando las empresas recién adquiridas con la matriz
germano-occidental. El segundo no tenía nada que ver con criterios financieros.
Muchas empresas se adquirieron para poner fin a la competencia
germano-oriental.
Günter Lorenz, secretario general en Halle del
sindicato IG Metall (industria), ha declarado que la función real de Treuhand
fue «la desposesión de los alemanes orientales de su economía y de su propiedad
estatal en beneficio de la industria occidental.
La nueva situación económica descompuso el
tejido social y trajo consigo fenómenos hasta entonces marginales o incluso
desconocidos como la mendicidad, la drogodependencia o la criminalidad. La
extrema derecha encontró en los jóvenes carentes de perspectivas y los
trabajadores no cualificados marginados del nuevo mercado laboral un terreno
abonado para su crecimiento electoral. En Hoyerswerda (Sajonia) y Rostock se
incendiaron los centros de refugiados que buscaban en Alemania asilo político, uno
de los incidentes racistas más graves de la Europa contemporánea.
El 31 de diciembre de 1994 Treuhand se disolvió,
poniendo fin a cuatro años de frenesí privatizador en el que ni siquiera se
descansaban los fines de semana. El 85% de las empresas de Alemania oriental en
su catálogo acabaron en manos de alemanes occidentales, sólo 5% fue adquirida
por alemanes orientales y el resto por inversores internacionales. Tras cuatro
años de actividad, se clausuraron 4.000 empresas y se destruyeron dos millones
y medio de puestos de trabajo.
El saqueo de la República Democrática Alemana
había quedado consumado. Los enormes costes económicos y sociales de la
Reunificación –Treuhand generó una deuda al estado de 256 mil millones de
marcos–, que aún hoy los contribuyentes alemanes han de pagar de sus salarios
mediante el llamado “impuesto de solidaridad” hicieron que la coalición entre
socialdemócratas y verdes aprobase la Agenda 2010, el mayor recorte del Estado
social, con el fin de solventarlos.
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