viernes, 25 de septiembre de 2009

La radio y los días. La otra epidemia.

A principios de los años 90s una temible epidemia se anunciaba para México: el cólera. Esta enfermedad, propia de los países atrasados, era casi desconocida en México. Pero como ingrato producto de la globalización, estaba prevista su llegada y rápida diseminación en los lugares donde lo permitieran la miseria, el hacinamiento y la falta de servicios, mismos que desgraciadamente abundan en este país.
Monterrey no era la excepción, al contrario: abundaban en las colonias proletarias las viviendas sin agua domiciliaria y sin drenaje sanitario.
La AC “Tierra y Libertad” había iniciado unos años antes una lucha tenaz por los servicios normativos, en dos frentes. Por un lado, contra el Gobierno indolente y avaro, que para nuestra sorpresa, nos demostró que prefería que siguiéramos robando el agua, antes que tener que invertir en la introducción de los servicios en el durísimo subsuelo de las faldas del Topo Chico. Y por el otro lado, el Partido del Trabajo, dirigido por Alberto Anaya, quien seguía defendiendo a capa y espada los servicios ilegales, con el pretexto de ahorrar el pago de los recibos, sin importarle la pésima calidad y que en muchos casos no hubiera abasto de agua y que en otras tantas colonias existiera el fecalismo a cielo abierto por falta de drenaje. Para defender su clientela electoral basada en el apoyo al uso ilegal de los servicios domiciliarios, Anaya no dudó en enfrentar una vez más a masas contra masas, cuando después de mil dificultades habíamos obligado al gobierno a iniciar las obras de introducción de servicios.
Y vaya que había que batallar para obligar al gobierno a invertir en obras para los pobres. El palacio de Gobierno estaba cerrado para la gente sencilla. El gobernador no concedía audiencias. La prensa silenciaba nuestras protestas. Teníamos que buscar la manera de hacer visibles nuestras denuncias, de llegar hasta el gobernador aunque no quisiera recibirnos y a pesar de las vallas de policías que nos cerraban el paso. El anuncio de la próxima epidemia convenció a nuestras bases que se trataba de una lucha de vida o muerte para preservar la salud de los hijos.
Así que tuvimos que preparar el plan para penetrar al palacio. Y una vez adentro, llamar la atención con una forma original de protesta que los directores de los medios de comunicación no pudieran vetar a sus reporteros. Fue así como llevando por delante a Don Pancho Esquivel, “viejo de la danza” muy conocido en la comunidad por preparar danzas guadalupanas, pegado a su espantoso atuendo un gran letrero de “EL CÓLERA LLEGÓ” y látigo en mano como azote de la humanidad que era, logramos que los medios nos dieran espacio para denunciar el olvido criminal de las autoridades.
Esas cosas tuvimos que hacer para poder tener nuestros servicios legales…

1 comentario:

  1. Aun me acuerdo de esta protesta y la recuerdo como algo muy divertido: íbamos "transformados" con máscaras, con un viejo de la danza al frente... pero aun siendo niña, y que esta la tomé como un juego, la carencia del vital líquido, estar en la madrugada esperando una gota de agua y acarrearla desde lejos, además de la fatla de drenaje, eso si no fue nunca un juego o algo diverido.

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