domingo, 31 de enero de 2010

Días de Radio. Vivir, trabajar y luchar con las masas

Enero de 1973.
-- No cabe duda que la situación exige cada vez más de nosotros, ¿no crees?
Las palabras que Nacho Olivares me había dicho otra mañana de enero, casi un año antes, iban y venían una y otra vez mientras el viento del norte descolgaba cortinas de lluvia menudita y yo avanzaba lentamente, apoyando en las flojas alambradas que resguardaban terrenos baldíos en las faldas del Topo Chico, con la arcilla chiclosa adherida a los zapatos.
¿Qué estaría haciendo él ahora? ¿Estaría a salvo? ¿Por cuánto tiempo?¿Qué opinaría de nuestros proyectos? ¿Por qué ahora que tenía algo concreto para debatir con él, que era tan ecuánime, tan reflexivo, no aparecía?
¡Qué lejos estaba yo de saber que un año más sostendría su lucha contra un enemigo mil veces más poderoso, organizado y preparado para destrozar brutalmente, como lo hizo con el martirizado cuerpo de Nacho, a esos grupos de jóvenes que se levantaban más que con las armas, con el corazón a punto de estallar ante los crímenes, la explotación y opresión de un régimen caduco!
-- ...la situación exige cada vez más de nosotros… volvía a escuchar la voz de Nacho a mis espaldas, como aquella mañana en que imprudentemente leía yo en el antiguo edificio de la Facultad de Economía las consignas que se conservaban desde el movimiento universitario de 1971.
Comprendí mi imprudencia hasta ese momento. La víspera, todos los medios habían informado sobre la balacera de los condominios Constitución. Destacados compañeros del movimiento estaban involucrados; algunos de ellos habían sido atrapados y otros heridos o muertos en aquel lugar.
Llegué pensando en la necesidad de recoger información, de ayudar a organizar algo aunque ya fuera egresado de la Uni. Nacho me pidió que saliéramos del edificio.
-- Esto hierve de policías. Hay una paranoia tremenda y con razón. Están buscando en los archivos, en las agendas, van por todos los contactos, hayan tenido o no que ver con el movimiento. Todos sospechan de todos…
Comprendí el riesgo que corría Nacho, uno de los más destacados dirigentes en aquella Facultad que había sido también con los “contra-cursos” y sus brigadas de educación política el núcleo de avanzada en la radicalización del estudiantado. Pero él se veía tranquilo.
-- Sin embargo, me dijo sabiendo que yo entendía a que se refería, pronto tendremos que hacer lo que nos toca...
Platicamos brevemente. Quería decirle algo, explicar porqué el sacrificio que adivinaba iban a hacer él y otros muchos compañeros valiosos como él sería prematuro e inútil, que había tanto qué hacer con ese pueblo por el que ellos iban a morir pero que estaba muy lejos de tomar ese camino…
No alcancé a decir nada, ni creo que con la firmeza y vehemencia con que platicaba cuando se despidió, hubiera cambiado algo. Pero sobre todo ¿qué podía yo mostrarle cuando ellos ya estaban cargando un mundo sobre sus espaldas?
Pensaba en el generoso compromiso que encerraban sus palabras cuando llegué por fin a la reunión con mis compañeros y con un grupo que crecía, aunque todavía no lo suficiente, de hombres y mujeres de diversos puntos de la ciudad que acudían a preparar con el sigilo más riguroso posible lo que esperábamos fuera la mayor invasión de tierras urbanas en Monterrey.
Casi todos habían probado la represión una o más veces en intentos frustrados por conseguir un pequeño pedazo de tierra para criar a los hijos. La miseria, la desesperación de vivir en horrendas pocilgas, las rentas cada vez más caras y el pan más escaso, todo eso era la selección natural de quienes se sumaban, dispuestos a todo, urgidos por dar el último paso.
En la reunión para preparar al grupo que estaría al frente de la invasión, se dio la palabra a un compañero que venía del DF a apoyarnos en la formación teórica. Lo que dijo, había sido el centro de una plática previa y motivo de identificación mutua. Faltaba comprobarlo en la práctica.
-- Vamos a tratar de asegurar un grupo de cien personas decididas. Eso vale más que mil con miedo; los demás nos seguirán. Por todo lo que oímos, creemos que es el momento. Avanzar antes que el pueblo esté dispuesto a hacerlo, es aventurerismo, es irnos solos al matadero. Pero no avanzar cuando la gente quiere hacerlo, es derechismo, es cobardía.
Otra diferencia fundamental es la dirección política. Vamos a comprobar la importancia de vivir, trabajar y luchar con las masas: ¡ese es el principio de integración que nos diferencia de “la vieja izquierda”!
Mao Tsetung dijo: “¿Cómo juzgar si un joven es revolucionario? Sólo hay un criterio: si está dispuesto a fundirse y se funde en la práctica con las masas obreras y campesinas. Si hoy se identifica con las masas, hoy es revolucionario; si mañana deja de hacerlo o pasa a oprimir a la gente sencilla, se transformará en contrarrevolucionario”.
-- Eso está muy bien, ¿quién es él? – me preguntó un compañero.
-- También lo acabo de conocer, le dicen 'Beto' Anaya.

6 comentarios:

  1. Impactante relato... un abrazo

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  2. "Plop", y recontra plop... terrible final, excelente narración.

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  3. YA QUIERO LA SEGUNDA PARTE !!!
    Osea que el CAnaya vaticinó su conversión a la burguesía? Ahora el di-putado y senador hace alianzas con PRI-PAN-PRD etc. con tal de conservar su hueso y clientelismos.

    Pero que siga el relato y de seguidillo por favor.

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  4. ¿Aparecerá Raúl Salinas más adelante, tal vez Cecilia Soto?

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  5. Y DESDE entonces no has podido superarlo o de plano le achacas tus fracasos no a ti sino a ese bAto Anaya

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  6. pongan a david gueeta por fa y no musica de rucos

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