jueves, 5 de agosto de 2010

De Víctor Orozco: Un compromiso de Benito Juárez

UN COMPROMISO DE BENITO JUAREZ
Víctor Orozco
A propósito del aniversario de la muerte de Benito Juárez, ocurrida el 18 de julio de 1872, traigo al presente un episodio de su vida política escasamente conocido, a pesar de que los documentos en los que consta se publicaron hace poco más de una década. La intención no es solo ofrecer a los lectores una curiosidad histórica, -aunque si tal fuera el único propósito no sería para nada deleznable-, sino propiciar a partir de esta antigua experiencia algunas reflexiones que en manera alguna están alejadas de nuestro tiempo.
En noviembre de 1847, se había consumado la derrota militar del ejército mexicano y el norteamericano ocupaba la capital de la República, justamente desde el 16 de septiembre de ese año, cuando en lugar de los usuales festejos por el aniversario de la independencia, los habitantes miraron a las tropas de Estados Unidos desfilar frente al palacio nacional. La guerra, sin embargo no había concluido y mientras tanto habían aumentado las exigencias norteamericanas. Ahora no sólo demandaban el territorio texano hasta el río Bravo, causa inicial de la contienda, sino la anexión de una enorme porción de todos los estados norteños y el itsmo de Tehuantepec. El territorio que restase a México, quedaría así entre una tenaza, que tarde o temprano se cerraría.
Las avanzadas estadounidenses habían ocupado Tehuacán y todo hacía suponer que marcharían hasta Oaxaca, para asegurar el dominio de la cintura mexicana, porción considerada estratégica en los planes de expansión continental y del control de los mares. El gobernador Benito Juárez se aprestó a defender el territorio y por lo pronto, muy al estilo grandilocuente de los tiempos, emitió una proclama: “Oaxaqueños, nuestros tiernos hijos, nuestras caras esposas nos piden socorro…¿Los entregaremos indefensos a la crueldad y a la barbarie de nuestros enemigos?. ¿Seremos tan viles y cobardes que, por amor a la vida huyamos del peligro?...¡Marchemos al combate”.
Puede ser que el consabido manifiesto tocara fibras sensibles como para animar a los potenciales combatientes, pero ¿Con que armarlos en medio de la penuria económica y de pertrechos que se vivía?. En esta tesitura, el gobernador pensó en acudir al auxilio de la república de Guatemala donde quizá se pudiesen comprar al menos dos mil fusiles.
Para obtener el dinero, hipotecó el edificio del palacio de Gobierno y los impuestos recaudados en los departamentos de Ejutla y Villa Alta, conforme al contrato celebrado con el comerciante Diego L Ynnes, quien se obligó a prestar la cantidad de treinta mil pesos, asegurando su pago con las garantías referidas.
Juárez comisionó al coronel Ignacio Mejía, a la sazón diputado al congreso local para que hiciese el viaje a la ciudad de Guatemala y tratase directamente con el presidente de aquella república la compra del dicho armamento. A mata caballo, el futuro ministro de la guerra, que quince años después acompañaría al Presidente hasta Paso del Norte, se trasladó a la capital centroamericana donde recibió una comedida respuesta dirigida al gobernador, en la cual se le decía: “No se equivoca Vuestra Excelencia al pensar que Guatemala está bien penetrado de la justicia que asiste a la Nación Mexicana para repeler la fuerza que ocupa la capital y algunos Departamentos de la República…aunque sea cierto que Guatemala se haya animado de los mejores sentimientos…el deber de conservar inalterables las relaciones de amistad a consecuencia del tratado que en 1825 celebró el Gobierno Federal de Centro América con los Estados Unidos, prohíbe a mi gobierno abandonar la senda, que desde el principio se propuso seguir en la contienda que sostiene esa República”.
Pueden desprenderse algunas consideraciones de estos hechos. Una primera es que Oaxaca fue una de las pocas entidades donde, sin haberse registrado la presencia directa de los invasores, se llevaron al cabo esfuerzos para resistirlos. Como se recordará las principales batallas tuvieron lugar en los estados fronterizos, en Veracruz y el Distrito Federal, aunque los yanquis también encontraron una fuerte oposición en Tabasco, a donde se dirigieron con el mismo propósito de posesionarse del istmo.
México distaba mucho de contar con un Estado nacional y una sociedad consciente de su identidad histórica. Al lado de hombres determinados a jugarse su destino junto con el de la nueva patria, caminaban los arribistas y traidores. Entre los primeros se ubican los gobernadores de Chihuahua y de Oaxaca, Ángel Trías y Benito Juárez. A veces se recuerda entre los ominosos ejemplos de los segundos, al general enviado a defender el puerto de Mazatlán, quien no se contentó con evacuar el puerto apenas se avistaron las fragatas norteamericanas, sino que entró en tratos con el enemigo para ofrecer la entrega de los estados de Sonora y Sinaloa, ¡A cambio de que lo nombraran gobernador vitalicio de los mismos!.
En 1847, los países centroamericanos tenían apenas veinticuatro años de haberse separado de México, compartían con éste casi todo, de manera predominante las herencias hispánicas e indígenas. Pero, muy pronto caminaron por sus propias sendas, una de las cuales fueron las relaciones externas. Igual que el resto de las flamantes repúblicas latinoamericanas, casi de inmediato fueron uno de los objetivos preferentes de la política exterior británica y de Estados Unidos. Cada una abrió embajadas de ambos gobiernos anglosajones y más tarde de Francia. Todas acabaron por concertar onerosos tratados que a la larga lesionaron seriamente sus intereses y su independencia.
Una de las resultantes fue la obstaculización de cualquier esfuerzo para emprender acciones solidarias, desde los muy tempranos como lo fue la junta de Panamá convocada en 1825 por Simón Bolívar. México fue víctima en varias ocasiones de este tramado internacional, que le impidió recibir alguna ayuda de sus pares cuando fue objeto de las agresiones de las potencias dominantes. En este contexto es que fracasó el intento de Benito Juárez para conseguir la ayuda de Guatemala. El gobierno de este país se había atado las manos con el tratado firmado con Estados Unidos. Ni un solo cartucho estuvo dispuesto a venderle a la nación hermana, pensando de seguro en que podía ser la próxima presa.
No podemos pretender que las naciones latinoamericanas tienen los mismos intereses, pero la experiencia histórica sí nos dice que nada han ganado al privilegiar sus lazos con Europa o con Norteamérica, despreciando y debilitando los vínculos entre ellas. La historia de Latinoamérica está llena de ejemplos que lo confirman. Nada obtuvo Guatemala después de 1847 negando la ayuda a México y nada obtendrá Colombia hoy en su estrecha alianza con Estados Unidos. Tampoco México se beneficiará dando la espalda al Sur, como postulan quienes insisten en mantener la política exterior de subordinación a Washington. En cualquier caso, la carta de la unidad latinoamericana ha sido también uno de los mas eficaces instrumentos a disposición de la diplomacia de los gobiernos de la región. En los últimos tiempos quizá haya sido el de Brasil, quien mejor la ha jugado. Hoy no requiere México de la modesta ayuda que solicitó el gobernador Juárez a Guatemala, pero sí necesita diseñar y ejecutar una estrategia de política exterior apoyado en el enorme peso especifico que tiene en el seno de la comunidad latinoamericana.

Comentario de Radio TyL. Este trozo de Historia que nos narra Víctor Orozco es una buena ilustración de la correspondencia entre las condiciones materiales que determinan el desarrollo de la lucha de clases en una sociedad y el papel de los individuos que representan las fuerzas que impulsan (o las que intentan frenar) el progreso. Como vemos, diez años antes de ocupar su papel histórico al frente de la burguesía liberal en su lucha a muerte contra el régimen semifeudal mediante la Guerra de Reforma, ya Juárez se perfilaba como defensor de la Patria, territorio necesario para el predominio de clase de la burguesía nacional, mutilado y mortalmente amenazado por la potencia capitalista invasora. Indudablemente, Juárez aprovechará la experiencia de esta dolorosa derrota para formar el frente unido que sólo quince años después le hará salir triunfador sobre el clero, el partido conservador y las tropas francesas. Y transpolando aquélla situación a la actual, es obvio que sólo gobiernos dirigidos por la clase obrera serían capaces de apoyar incondicionalmente la lucha de los pueblos contra el Imperialismo como enemigo común.

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