jueves, 28 de marzo de 2013

Aquella madrugada, hace 40 años

28 de marzo de 1973. 2 de la mañana.
No llegó. La patrulla que la semana pasada nos cayó como si adivinara que esa noche pens
ábamos tomar la tierra, no llegó. Pero tampoco han llegado todas las familias comprometidas con la invasión. De las cien que nos logramos reunir en las juntas de la colonia Moctezuma para preparar la invasión, esta noche, a la hora de la verdad, apenas llegamos a treinta y cinco. Nadie más va a llegar, todos lo sabemos. A esta hora y a las orillas de la ciudad, ya nadie se aventura. 
Nos volvemos a asomar. Despacio, muy apenas, porque si nos ve la policía, seguro que ya no se va a tragar que a estas horas estamos en una junta. La calle sigue sóla. Ni policías, ni compañeros, sólo el miedo o el valor saldrán por esta puerta de la escuelita con nosotros. Porque tiene que ser ahora, o no será. 
Ya están pidiendo opiniones. Todos estamos en lo mismo. Somos pocos, pero decididos. Si no invadimos ahora, la próxima vez nadie vendrá. Judith ya guardó su guitarra. Cómo nos ha dado ánimo esta mujer. Ella ha tenido mucho que ver con que el ánimo no este caído. Oír a Judith Reyes cantar las canciones que le costaron persecución y cárcel, saber que esa voz no la pudo callar el asesino Díaz Ordaz, tenerla ahí deseándonos valor y suerte, nos ha dado fuerza. Y tener el apoyo de la gente de San Cosme. Ellos ya supieron lo que era invadir hace año y medio. Sólos, contra todo el poder del gobierno y no los pudieron sacar. Ahora nos han cobijado y estamos por salir ya de su escuela.
-- ¡Todo mundo, recojan sus tiliches!—
Unas tablas viejas, cartones, sábanas remendadas... eso será nuestra casa, si nos dejan. ¡Si nos dejan!—dice doña Juana, que no deja de chupar sus cigarros. ¡Pos si no les vamos a pedir permiso, no les vamos a tener miedo a esos cabrones… Si ellos los traen colgando, nosotras los traemos dentro! dice desafiante. La arenga es festejada y rápidamente silenciada, pues ya estamos saliendo. 
Hay niños. Viene una señora con un muchacho con muletas. ¡El se sabe defender muy bien con su muleta! – dice la madre. Y en el grupo hay gente que ya ha probado la represión en otras invasiones. La policía se ha dado gusto golpeando a hombres, mujeres o niños. ¡No más desalojos! -nos hemos prometido. Pero además no tenemos a dónde ir. Ya tocamos muchas veces a las puertas de la autoridad, puertas que nunca se abrieron. Ya entregamos mucho dinero, aunque haya sido poco, para nosotros es mucho, y sólo para que nos estafaran. Y regresar a esas pocilgas que son las vecindades es regresar al infierno. No pueden desalojarnos, estamos seguros, porque nos quedamos aquí, o nos darán alojo en la cárcel, o en un pozo. Estamos decididos y la debilidad de cada uno se pierde en la fuerza del grupo.
Ya estamos frente a la cerca, caída de vieja en algunas partes. Nuestra primera prueba de fuerza colectiva: echamos abajo la cerca totalmente. Alguien pensó que era bueno llevar la bandera mexicana por delante. La silueta nos sirve de guía en la madrugada oscurísima y como que sí, como que nos anima a reclamar ¿qué, no somos mexicanos? ¿qué, no merecemos un miserable rincón de esta tierra para criar a los hijos? Nosotros levantamos edificios y las residencias de los poderosos ¿no podemos tener un pinche techo para sus futuros esclavos?  
-- ¡A extendernos, cada quien limpie su terreno! – Nuestro terreno, así se oyó. Es cierto, tiene que serlo: este será nuestro terreno. El que se dice dueño no lo ha de necesitar, puesto que lo ha tenido tantos años sin fincar. Brillan los machetes comenzando a tumbar maleza. Se siente el frío, mucho frío, aunque ya estamos en primavera. ¿O serán los nervios? 
Ahora todo depende de quién llega primero cuando el amanecer anuncie que al fin se hizo lo que tantos ojos anhelaron al pasar ante esas tierras que parecían invitarnos a poseerlas. ¿Llegará la gente? ¿O llegará la policía? “Si resistimos tres días, ya no nos sacan” – dicen  los veteranos de la invasión. Sólo que para llegar a los tres días, tenemos que resistir primero esta mañana. ¡Aguantar las primeras horas a como de lugar!--corremos la voz, porque sabemos que el Monterrey de los pobres está reventando por falta de vivienda. -- Todo es que la gente vea que ya hubo quién hiciera punta y vendrán a invadir –nos decimos entre nosotros para darnos confianza.. ¡Seguro que vendrán! Ya empieza a clarear... pero ¿llegará la gente antes que la policía? ¿Veremos otra alborada desde estos terrenos?

2 comentarios:

  1. Todo mi reconocimiento a la lucha permanente de Tierra y Libertad, la cual es más valiosa por le ciudad en que se desarrolla: Monterrey, quizá la ciudad mexicana más alienada al capital.

    Saludos.

    Atte.
    Alan De Anda

    La Tierra es de quien la trabaja.

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    1. Muchas gracias por tu comentario, Alan. Aspiramos a que otras personas hagan suyas las carencias del pueblo y luchen con él.

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