martes, 29 de junio de 2010

La Radio y los días. La larga lucha por los servicios: "¡Mátenos!"


Verano de 1988 (2)
La policía bloquea totalmente la entrada del Palacio de Gobierno ante la presencia de cualquier grupo que pueda molestar al señor Gobernador, sobre todo grupos que no van a cantar “Las Mañanitas”, como el nuestro.
La guardia del Palacio solo franquea el paso a visitantes del extranjero y a mexicanos de buen vestir, mientras la plebe tiene que tragarse la discriminación y conformarse con verse representada por una reducida comisión...
-- Si vamos en pequeño grupo no tenemos ninguna oportunidad de presionar para arrancar al gobierno el presupuesto que hace falta para la introducción del agua en los domicilios. Tenemos que entrar todos ¡o de plano ni nos paramos por ahí!
Inició así una discusión con propuestas de todo tipo: audaces, descabelladas,pacíficas, violentas, hasta que una ganó la aprobación de la mayoría:
-- No vamos a seguir pasando sed con nuestros hijos. El gobierno tiene bien identificados a ciertos compañeros nuestros, ¿no? A todos los demás nos ve igualitos… Pues bien, de eso nos podemos valer para pasar completos...

El día de audiencias, la comisión de la Asociación Civil “Tierra y Libertad” con apenas una docena de personas se alineó civilizadamente en la fila de espera, vigilada sólo al principio, cuando los guardias se convencieron de que este pequeño grupo sería incapaz de perturbar el orden, perdido entre la multitud de grupos que esperaban pacientemente ser recibidos por los secretarios de los Secretarios.
De pronto, sin saber de dónde procedía, un estridente silbatazo paralizó a los guardias, mientras en un ordenado caos, multitud de grupos enlistados originalmente como “gente de la Señora Mendiola”, “colonos de la CROC”, “cenopistas de El Indio” y demás denominaciones priistas, se abalanzaron sobre las escaleras que llevan al segundo piso, frente al despacho del Gobernador.
Imposible detener a esa multitud que subía decidida. Cargando las mujeres a sus bebés, jadeantes las personas mayores, mantas y pancartas brotaron y con el estandarte de mil batallas de la Asociación Civil iniciamos la marcha con las consignas al aire: “El pobre trabaje y trabaje / y sus hijos sin agua y drenaje!”
Entonces la policía apareció, dispuesta a cobrarse la afrenta. Subieron al paso veloz y escudos y macana en mano se dirigieron contra nosotros. Al frente, un Capitán en edad de jubilarse gritó algunas órdenes a sus subordinados, mientras nos dirigía una sarta de maldiciones y órdenes que no escuchamos. Sin detenerse ellos ni nosotros, a unos cuantos metros antes de chocar enlazamos nuestros brazos y apretamos las filas. Desconcertado al ver que no parábamos, el viejo Capitán hizo un ademán que lo mismo podía anunciar la orden de atacar que de contener a su tropa. En ese espacio de un segundo, alguien dio el grito que nos recordó la batalla de la Morelos, la negra noche del 18 de febrero, las penurias de la invasión, la miseria de los hogares sin agua y entonces todos fuimos una sóla garganta y un sólo grito furioso y desesperado: ¡Mátenos!¡Mátenos!¡Mátenos!, grito que no se apagó a unos centímetros de las caras de los uniformados.
Increíblemente, los policías retrocedieron y el viejo Capitán, enrojecido el rostro y crispados los labios, se hizo a un lado... y retiró a su policía. Y nostros seguimos nuestra marcha en los altos del palacio, ante la expectación de las personas que desde abajo escuchaban sorprendidas las consignas contra el gobernador ganadero: "El gobernador / cuida su ganado / pero se ha olvidado / del trabajador".

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