viernes, 27 de noviembre de 2009

La radio y los días. La batida a los centros de vicio (II)

Mientras El Tiempo y Más Noticias culpaban del doble crimen a la chusma sedienta de odio y sangre, "El Norte" denunciaba al grupo de terroristas que desde Tierra y Libertad, según este periódico, habrían urdido también el asesinato de Garza Sada. La radio y la TV utilizaban indistintamente estos argumentos. Todos, sin embargo, confluían en un punto: los histéricos llamados a reprimir, aniquilar, selectiva o masivamente, a la comuna.
Pero ocurrió que las pistas del crimen eran tan evidentes, que fácilmente se localizó a los criminales. Nadie los solapó. Isidro Maldonado “El Jackson”, Emeterio Córdova “El Panadero” y Esteban Castillo “El Diablo”, fueron capturados por los militares. Confesaron el tenebroso crimen, atestiguado por varias mujeres que se prostituían en el sórdido negocio.
Los medios consignaron la conclusión del vil crimen de cantina en letra pequeña de páginas interiores. Para ellos, después de tres días de amarillismo y sin poder sacar otro provecho, el asunto carecía ya de interés; no así para la comunidad.
La comunidad había sido lastimada en muchos sentidos. Lo fue por las rabiosas e infundadas versiones del crimen, pero además por la intolerable presencia de los lenones e intoxicadores que desde varios años atrás hacían del Topo Chico sus madriguera de seguridad; lo era también por la explotación que con la complacencia de las autoridades se hacía de las mujeres, muchas de ellas menores de edad, mientras las diferentes corporaciones policiacas sólo llegaban a recoger el moche a las puertas de El Nochebuena, El Taxi, Las Casas Azules, entre otros centros de vicio que anunciaban la impunidad desde la entrada del Topo Chico. En los prostíbulos o en las patrullas, los hombres perdían la mayor parte de sus salarios; el feroz crimen sólo vino a confirmar a los vecinos que se libraba una lucha a muerte por una vida digna o una entre el envilecimiento y la miseria.
Otra vez las mujeres elevaron el clamor de protesta, otra vez marcharon ellas al frente, arrastrando tras de sí a los hombres, en un violento huracán justiciero que puso en fuga a los lenones y sus guaruras; arrasaron con mesas, sillas y radiolas, quebraron y vaciaron las bebidas, prodigaron consejos a las mujeres prostituidas y no pararon en esa larga noche hasta sellar todos los antros, asegurándose que fueran convertidos en viviendas o inmuebles destinados a algún servicio colectivo.
La prensa publicó sobre esta larga jornada que una vez más los posesionarios, empecinados en la ilegalidad, “se habían hecho justicia por su propia mano”.

1 comentario:

  1. Es muy interesante esta mirada transversal que atraviesa y une dos hechos tan separados en el tiempo y tan similares en el fondo.
    Me alegra haber encontrado su blog.

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