lunes, 28 de diciembre de 2009
Gobierno y machos mexicanos dan doble castigo a madres abandonadas
Ofelia Alejandra Alanís tiene, a sus 26 años, cinco hijos que mantener: el mayor de 8 años, el menor de seis meses. No tiene apoyo para esa pesada obligación, por eso trabaja en un bar del centro de la ciudad. Encarga al más pequeño con una vecina; los otros cuatro se quedan al cuidado de la Divina Providencia en un cuarto insalubre de la Colonia Santa Lucía, según atestiguó la prensa.
El sábado 26 salió a su trabajo a las 11 de la noche; a las 12:00 horas del día siguiente la vecina que le cuidaba al bebé consideró que ya era mucho el favor y reportó a la policía la ausencia de la madre. Así que cuando Ofelia llegó al cuartel policiaco de la Zona Norte, fue de inmediato detenida, turnada al Ministerio Público y separada de sus hijos, los que fueron internados en el albergue del DIF estatal.
Las palabras con las que buscó justificarse debían bastar para entender quién o quienes merecen estar en el banquillo de los acusados, en lugar de esta mujer:
"Me detuvieron porque estaban mis hijos sólos en la casa; los dejé ayer a las 11 de la noche porque tengo que trabajar para darles de comer, no tengo quien me los cuide, mas que mis vecinos".
La madre así abandonada quién sabe desde cuándo (nadie le preguntó), es aprehendida y exhibida públicamente por su abandono de horas; el hombre o los hombres que por años se han olvidado de ella y sus cinco hijos ni siquiera son mencionados, menos castigados ni buscados para hacerse responsables de la vida de los pequeños, como lo hace esta mujer a quienes autoridades y medios debían tener consideración y respeto.
Pero el otro gran abandonador nunca es mencionado: ese ente desobligado y despilfarrador, el gobierno mexicano, que nada hace en favor de las madres solteras o abandonadas, pero se atreve a juzgar y castigar a la parte indefensa de este drama.
Drama que se convierte en tragedia, como el caso de otra joven, madre soltera con dos hijos, quien hace unos cuantos días asesinó a su bebé de dos años en esta misma metrópoli, bajo circunstancias de una desesperación homicida cuyas causas ni al gobierno, ni a la prensa, ni a las instituciones burguesas les interesa conocer.
Se trata, después de todo, de la mujer de pueblo, todavía callada ante tantas injusticias.
El sábado 26 salió a su trabajo a las 11 de la noche; a las 12:00 horas del día siguiente la vecina que le cuidaba al bebé consideró que ya era mucho el favor y reportó a la policía la ausencia de la madre. Así que cuando Ofelia llegó al cuartel policiaco de la Zona Norte, fue de inmediato detenida, turnada al Ministerio Público y separada de sus hijos, los que fueron internados en el albergue del DIF estatal.
Las palabras con las que buscó justificarse debían bastar para entender quién o quienes merecen estar en el banquillo de los acusados, en lugar de esta mujer:
"Me detuvieron porque estaban mis hijos sólos en la casa; los dejé ayer a las 11 de la noche porque tengo que trabajar para darles de comer, no tengo quien me los cuide, mas que mis vecinos".
La madre así abandonada quién sabe desde cuándo (nadie le preguntó), es aprehendida y exhibida públicamente por su abandono de horas; el hombre o los hombres que por años se han olvidado de ella y sus cinco hijos ni siquiera son mencionados, menos castigados ni buscados para hacerse responsables de la vida de los pequeños, como lo hace esta mujer a quienes autoridades y medios debían tener consideración y respeto.
Pero el otro gran abandonador nunca es mencionado: ese ente desobligado y despilfarrador, el gobierno mexicano, que nada hace en favor de las madres solteras o abandonadas, pero se atreve a juzgar y castigar a la parte indefensa de este drama.
Drama que se convierte en tragedia, como el caso de otra joven, madre soltera con dos hijos, quien hace unos cuantos días asesinó a su bebé de dos años en esta misma metrópoli, bajo circunstancias de una desesperación homicida cuyas causas ni al gobierno, ni a la prensa, ni a las instituciones burguesas les interesa conocer.
Se trata, después de todo, de la mujer de pueblo, todavía callada ante tantas injusticias.
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