miércoles, 2 de diciembre de 2009

Lo que el prejuicio sexista y clasista se niegan a ver

Recibimos esta nota enviada por Rodolfo Gumaro Trujillo. Por limitación de espacio publicamos sólo una parte, de gran interés por confirmar lo que en otras previas aparecieron en los últimos días. Agregamos un comentario al final de la nota de Sanjuana.
Crónica de una infancia robada
Por Sanjuana Martínez

México DF, 25 nov 09 (CIMAC).- “Tengo 10 años y soy adicta a la piedra. Nací en una comunidad muy pobre de Veracruz, y un día un señor me jaló y me llevó a un burdel, en Coatzacoalcos, Veracruz. Ahí éramos como 40 niñas, de entre ocho y 12 años. Llegaban señores algunos de traje, otros con overol o camisas beige y un escudito, y nos obligaban a sentarnos en sus piernas y hacer “otras cosas”. Como no queríamos y nos dolía, nos obligaban a inhalar piedra.

El testimonio de ésta niña forma parte del largo informe “La trata de mujeres y niñas para la explotación sexual”, realizado por la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe (CATWLAC, por sus siglas en inglés), que considera este delito como parte de la violencia contra las mujeres; este crimen es el segundo más redituable después del narcotráfico, el cual genera más de 32 mil millones de dólares de ganancias cada año. El crimen organizado recluta alrededor de cuatro millones de mujeres y niñas anualmente.

Esta menor de edad fue rescatada por la CATWLAC junto con otras niñas y pudo contar su historia: “La dueña nos arreglaba y cada vez que llegaba uno o varios clientes nos despertaban, nos hacían inhalar y nos sacaban a la sala para que los señores escogieran. Le cobraban 500 pesos a cada uno. Teníamos que atender como a diez señores cada una. Y cuando ya no pensábamos y se nos escurría la baba, nos echaban a la calle, como basura, y traían nuevas niñas.

“La dueña, tenía un jefe que nunca supe cómo se llamaba, pero que también le pegaba muy fuerte. Cuando iba le pedía el dinero y le gritaba que era una pendeja. Un día llegó la policía y nos rescató. Nos llevaron a un hotel y ahí nos estaba esperando personal de la coalición, nos ayudaron mucho. Buscaron a nuestras familias y a muchas se las llevaron a un hospital”.

Añade: “Me acuerdo que una de mis compañeras, una que le decían la Chiquis, se metió a bañar, y pasaban y pasaban las horas, y se seguía restregando con el zacate. Y por más que le decían que ya estaba limpia, que ya no se tallara, que se iba a sacar sangre, seguía tallándose con mucha fuerza, y gritaba que se quería borrar todo lo que esos viejos cochinos le habían hecho. Nos dieron de comer, y ya luego llegaron y nos llevaron a todas a un albergue especial para que pudiéramos aguantarnos cuando necesitábamos la piedra. Muchas de mis compañeras ya no se pudieron recuperar, ni regresar con sus familias.

“Otras aquí seguimos, tratando de recuperar nuestra infancia, nuestros sueños. Dice la psicóloga que debemos tener un proyecto de vida. Pero es bien difícil olvidar lo que nos hicieron. Ya voy a la escuela, pero me cuesta mucho que me toquen. Voy a seguir tratando de recuperar mi vida. Hoy ya tengo 16 años y muy pocas esperanzas y sueños.

LA ESCLAVITUD DEL SIGLO XXI

En entrevista, Teresa Ulloa Ziáurriz, directora regional de la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe, afirma que la trata es una forma grave de violencia contra las mujeres, algo que con el avance del crimen organizado en México ha ido agravando los niveles de violencia que sufren las mujeres y niñas: “desgraciadamente, hasta el momento el gobierno mexicano no ha dado una respuesta efectiva y lo que existe es la impunidad”.
La trata es un delito transnacional unido a la feminización de la pobreza, a la inmigración o la delincuencia organizada. Las víctimas padecen falta de libertad, amenazas, extorsión, violencia e incluso la muerte.

La mejor ley para combatir la trata, según la especialista, es la colombiana, pero aun así es difícil perseguirla: "Es muy complejo recabar pruebas; además, por el miedo que tienen las víctimas de enfrentar a sus victimarios es difícil detener a los responsables. Tras de haber sido torturadas, maltratadas, explotadas, todavía son reevictimizadas por el propio sistema de justicia mexicano que no es capaz de tutelarlas ni protegerlas".

Explico que en México no hay una verdadera ley de víctimas y testigos, de cambio de identidad, de ubicación, para combatir la trata y que, lamentablemente, el gobierno ha demostrado que este delito no es su prioridad, ya que la Fevimtra ha resultado ser un fracaso y no existe condena alguna por este crimen: "Quisiera pensar que es por ignorancia, pero sé bien que por las ganancias que produce esta industria ilícita se tejen grandes redes de complicidad al más alto nivel del poder político y del poder económico".

REVICTIMIZACIÓN DE LAS MUJERES

A pesar de que México firmó la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, conocida como "Convención de Belem do Para", que data de 1994, el Estado no cumple con su responsabilidad en la prevención y persecución de este delito.

Teresa Ulloa Ziáurriz, dedicada hace años a combatir la trata de mujeres, niñas y niños, explica que todos los testimonios son estremecedores, pero que son sólo una muestra de los cientos de historias que conocen de mujeres rescatadas: "Es la primera vez que sacamos a la luz los testimonios que nos dan las mujeres y niñas. Nosotros las tratamos de proteger para no sobrevictimizarlas, pero creímos importante ofrecer una muestra de sus historias".

Comentario
Los reportajes de Sanjuana Martínez sobre la pederastia y la explotación sexual de menores son como un filoso escalpelo que penetra en lo más profundo hasta llegar al tumor. Muestra la repugnante lesión que carcome al cuerpo social, en toda su evidencia para ser extirpada. Pero resulta que los encargados de erradicar este cáncer no quieren destruirlo, al contrario. Su existencia les deja utilidades y vuelven a taparlo, mientras ignoran, amenazan o castigan a quien denuncia su existencia y avance, como ha pasado a Sanjuana. O a Lydia Cacho, por mencionar los casos más conocidos.
Compárese el valor de estas mujeres con las perlas expresadas hace unos días con motivo de los reportajes publicados en dos periódicos de la localidad sobre menores de edad prostituidas:
“Menores de edad, pero picudas no deja de ser” (una menor acusó a un taxista de haberla manoseado y de robarle dinero)
“Muy explotada, pero en una noche sacó 24 veces el salario mínimo” (la misma menor)
“Mentira que México sea un paraíso sexual, sólo es un país que tiene problemas con la prostitución”
”¿Qué dirían si supieran que entre las chicas ‘explotadas’ hay estudiantes del Tec y de la Uni?”
Una muestra del prejuicio clasista y sexista en esta ciudad.

1 comentario:

  1. Joder, la explotación y vejación a los peores niveles en pleno siglo XXI.

    En fin prefiero la libertad sexual con respeto, las películas eróticas y el libertinaje antes que la explotación sexual, la prostitución y esa falsa moral típica de algunos moralistas conservadores de que en casa muy santos pero en los tables unos miserables más.

    Es dificil erradicar la explotación sexual cuando los hombres hacen fila y pagan para recibir los servicios. Se necesita hacer valer los derechos humanos primero para evitar esta salvaje explotación pero con la falta de seriedad al respecto por parte de las autoridades, el pésimo nivel educativo y las condiciones laborales de la república mexicana están muy olvidados esos derechos.

    ResponderEliminar